– Galina: … Durante toda su vida, mi padre fue un apasionado admirdor del fútbol. No sólo recordaba los nombres de los jugadores de varias generaciones, sino que llevaba ciertas anotaciones y estadísticas de los partidos. De estar vivo ahora, no le habría costado trabajo alguno contestar a la pregunta de cuándo, en qué año, en qué fecha y en qué estadio tuvo lugar concretamente aquel partido tan memorable para mí.
– Sofía Jéntova: …, el asunto del fútbol hizo que Shostakóvich coincidiese con Konstantín Yesenin, hijo político de Meyerhold, que le recordaba desde la época en que el compositor escribió la música para la puesta en escena de “La Chinche”, pieza propagandística y satírica del poeta Maiakovsky.
Tras leer el artículo de cotumbre redactado por Konstantín Yesenin -quien había elevado las crónicas de los partidos de fútbol a la sublime altura de la poesía-, Shostakóvich le expuso en una carta una serie de puntualizaciones sobre los datos. Su letra, como de costumbre, era poco legible; la firma no se veía nada bien, y Yeseni llamó por teléfono al número que se indicaba en la carta, preguntando con voz irritada si vivía ahí un ancianito que se interesaba por el fútbol. “Vive -dijo una voz de mujer-; ahora mismo le aviso.”
Yesenin se enfrascó en una acalorada polémica cn l meticuloso “ancianito”. Al final le preguntó: “¿Y cómo se apellida usted?”.
Al oír un tímido “Shostakóvich”, se quedó pasmado.
– Maxim: Mi padre no sólo era gran conocedor del fútbol, sino también árbitro colegiado. El título lo obtuvo en Leningrado, antes incluso de la guerra. Se sabía al dedillo las reglas e los juegos deportivos y le encantaba actuar de árbitro en las competiciones. Como ya dije, en la Casa de los Compositres de Ivánovo siempre hacía de árbitro en los torneos de voleibol.
– Galina: Una vez, en la década de los cincuenta, mi padre veraneó en un sanatorio para miembros del Gobierno situado en Crimea, y allí le tocó hacer de árbitro en un torneo de tenis. Entre los veraneantes que jugaban a diario en la cancha estaba el general del ejército Iván Serov, que en aquella época dirigía el KGB. Y cuando el jefe del Comité de Seguridad del Estado soviético cometía alguna falta e inmediatamente se ponía a protestar, Shostakóvich le bajaba siempre los humos con la siguiente frase: “Con el árbitro no se discute”. Mi padre confesaba que gozaba de verdad al espetarle esta frase en la misma cara al máximo dirigente del KGB.
[fragmentos de Shostakóvich: Recuerdos de una vida, MIJAÍL ÁRDOV]